Revolución de 1934
En el PSOE, la izquierda (Largo Caballero) y el centro (Prieto) llegaron a un acuerdo para desencadenar una acción revolucionaria en el caso de que la CEDA y su lider Gil Robles llegaran al gobierno.
En Asturias, la radicalización se observa ya con el nombramiento de Javier Bueno, en julio de 1933, como director de Avance , principal instrumento de concienciación revolucionaria. La presión de la JSA (18.000 afiliados) y del SMA (25.000 cotizantes) determinó que los moderados Juan Antonio Suárez y Teodomiro Menéndez fueran desplazados de la dirección. La Ejecutiva de la FSA, con la asistencia de Rafael Fernández, Belarmino Tomás, Amador Fernández y Juan Pablo García, que no formaban parte de la misma, decidió en enero de 1934 sustituir en la Presidencia a Suárez por Graciano Antuña, proclive a medidas revolucionarias.
Antuña y Bonifacio Martín Cabello, por la UGT, fueron los encargados, el 31 de marzo, de firmar el pacto constitutivo de la Alianza Obrera regional con la CNT. Los mítines unitarios y los choques con las fuerzas de orden se sucedieron. Registros en busca de armas de la Fábrica de la Vega y de las llegadas a Asturias en El Turquesa, detenciones y secuestros del Avance enrarecen la situación. Un ambiente que se caldea con las huelgas del verano, como la que tuvo lugar a comienzos de septiembre para impedir la presencia de Gil Robles en Covadonga.
El día 4 de octubre el presidente de la República, Alcalá Zamora, encarga a Lerroux la formación de un nuevo Gobierno, con tres ministros de la CEDA. La huelga general se inició en la madrugada del día 5 de octubre.
La orden de inicio de la huelga llegó a Asturias a través de Teodomiro Menéndez que, procedente de Madrid, arribaba a la estación de ferrocarril en Oviedo pasadas las diez de la noche del día 4. Inmediatamente se ponía en marcha el plan militar elaborado por los líderes socialistas, encabezados por Ramón González Peña.
El primer paso, dominar las cuencas mineras, fue un éxito, aunque las escuadras formadas, en su mayoría, por jóvenes mineros socialistas tuvieron que vencer la resistencia de los cuarteles de la Guardia Civil de Ciaño y Sama. El segundo era atacar por sorpresa la ciudad de Oviedo. Con retraso, lo que anuló el efecto sorpresa, y una cierta descoordinación llegaron a Oviedo tres columnas: la de Ablaña, dirigida por González Peña; la de los mineros de la cuenca del Nalón coordinados por Pedro Vicente; y la del Caudal dirigida por Arturo Vázquez. El día 6 se inició el asalto y, tras cinco días de combates, los defensores quedaron reducidos a posiciones aisladas: el cuartel, la cárcel, el gobierno civil y la catedral. Los obreros habían logrado ocupar la Fábrica de Explosivos de La Manjoya, la Fábrica de Cañones de Trubia y la de armas de La Vega.
A Asturias, aparte de la columna del general Bosch, atrapada en Vega del Rey, se dirige desde Galicia el general Eduardo López Ochoa: en su aproximación a Oviedo, donde entró el día 11, encabezó sus tropas con prisioneros. Así murió Bonifacio Martín, teniente alcalde de Oviedo. Por el este el general Solchaga; y en un desguarnecido Gijón desembarcaba el coronel Yagüe que, con sus tropas africanas, entraba en Oviedo el día 12.
Al día siguiente el Comité provincial, formado por seis socialistas y tres comunistas, y presidido por Belarmino Tomás, se retiró a Sama para preparar la salida a una lucha que se consideraba perdida. El día 17, Belarmino Tomás se entrevistaba con López Ochoa pactando las condiciones del final de las hostilidades.
El balance fue muy duro: además de destrucciones materiales, se contabilizan cerca de 1.400 muertos y más de 2.000 heridos. La represión posterior (simbolizada en el asesinato del periodista Luis Sirval, la ejecución del sargento Vázquez o las condenas a muerte de Teodomiro Menéndez y González Peña, entre otros) obligó a muchos al destierro. Más de 30.000 prisioneros abarrotaron locales habilitados como cárceles, con el exconvento ovetense de Las Adoratrices.
Las organizaciones socialistas quedaron deshechas: las casas del pueblo cerradas y las agrupaciones y la propia FSA, disueltas. En la clandestinidad, hasta 1935, fue necesario acometer la reconstrucción, algo en lo que, ayudados por Amador Fernández, participan jóvenes menos significados: Luis Roca de Albornoz, Vicente Requena, Secundino Montes, José Lafuente, Alfredo Rodríguez y, especialmente, Jesús de la Vallina, coordinador de La Aurora Social y colaborador en la puesta en marcha de Avance .Estos y otros lograron levantar cuadros políticos y sindicales clandestinos y poner en circulación el periódico La Tarde.
martes, 28 de abril de 2009
Revolución de octubre del 34 en Asturias
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